Vol. 67 Núm. 1 (2021): Enero - Junio | La Democracia en el s. XXI
Artículos

Democracia y empatía. El espacio que la habita, su progresión colectiva

Natasha Amelia Abad Betances, Arq.
Biografía

Publicado 2020-12-17

Versiones

Palabras clave

  • ciudadano,
  • democracia,
  • empatía,
  • espacio,
  • solidaridad,
  • valores
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Cómo citar

Abad Betances, N. A. (2020). Democracia y empatía. El espacio que la habita, su progresión colectiva. AULA Revista De Humanidades Y Ciencias Sociales, 67(1), 17–22. https://doi.org/10.33413/aulahcs.2021.67i1.149

Resumen

La discusión filosófica que engloba la democracia del siglo XXI abarca un significado colectivo más profundo de lo que la palabra refiere en su definición singular. La democracia es una doctrina / sistema político / forma de gobierno popular donde el pueblo elige. Y es en la elección donde se generan vertientes de aproximación a una idea que intenta ser colectiva.
Este artículo usa el sentimiento de la empatía como rasgo unificador entre la democracia y su búsqueda ante la sensibilización colectiva. En su definición, la empatía es un sentimiento de solidaridad hacia una persona o grupo (RAE, 2019). La empatía observa las relaciones del ser humano, se vincula en comunidades, invierte en generar ciudad para el bien común y es parte inconsciente del desarrollo de la civilización (Rifkin J. 2010). Otro concepto importante a destacar es el espacio en el que se genera el desarrollo situacional o in-situ. El espacio delimita el territorio y en él convergen la historia, su cultura y el tiempo unido a las sensaciones. El espacio adquiere condiciones en función a necesidades, se manifiesta como resultado de éstas (Rifkin J. 2010) y permite, como producto de la experiencia, reconocer el lugar donde el desarrollo colectivo toma acciones. En este artículo el espacio y el lugar van de la mano, siendo el compromiso que delimita la experiencia en términos geográficos.
Los siguientes párrafos tienen como objetivo recorrer el camino de ida (Piglia G. 2015) hacia la comprensión de la democracia en un siglo donde los valores humanos buscan igualarse con una trascendencia espiritual, y donde los sentimientos son emociones activas que juegan en la colectividad. Espacios donde se pueden reconocer cuestionamientos propios y ajenos dentro de un espectro posible; donde son escuchadas ambas partes, diseminadas sin apropiación y vinculadas como opciones. ¿Será posible reconocer la verdad del otro como propia? ¿Puede el ciudadano del siglo XXI observar valores fundamentales como la solidaridad, honestidad y la escucha, y definirlas como acciones progresivas para el desarrollo de la sociedad?

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